Conocí a un hermano que tenía la práctica de llevarle al pastor de su congregación una lista que incluía el nombre de personas, con sus respectivos números telefónicos y su domicilio, con la intención de que los incluyera en su trabajo pastoral, de visitación y evangelismo.
— “Ya le di al pastor los nombres de algunas personas para que las visite y las evangelice”—; decía el hermano con mucho orgullo y satisfacción. Pero, Jesús no envió solo a los pastores a cumplir la gran comisión. No son solamente ellos quienes deben hacer misión, sino el llamado fue y sigue siendo para todos por igual.
En cierta forma todos somos pastores y evangelistas, y podemos ejercer el ministerio de la visitación y acompañamiento pastoral. Aunque para aceptar este concepto se tienen que romper otras comprensiones que significan siglos de tradición entre la secularidad y el ministerio ordenado.
La separación de lo secular y lo eclesial construyó una especie de barrera o delimitación entre lo que hace una persona religiosa y las que no se dedican de tiempo completo a ello1.
Esta situación limitó en muchos sentidos que las personas seguidoras de Cristo asumieran como su responsabilidad implementar una pastoral pertinente a las diferentes etapas y condiciones del ser humano, por lo que, era bastante común y aceptable que únicamente el pastor diseñara, implementara y diera seguimiento a las acciones pastorales en favor de la grey.
La misión de Jesús en esta tierra era bastante clara: “buscar y salvar lo que se había perdido”2. Y nos dejó la misma encomienda a todos los que creemos en Su Nombre: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones.” Sin embargo, hay estudios que corroboran que tan solo el 5% de los creyentes que se dicen ser cristianos cumplen con La Gran Comisión.
Es bien sabido por muchos que en las últimas décadas las vocaciones pastorales como tal han disminuido, cada vez son menos los jóvenes que aspiran a prepararse en este ministerio. Pero se debe aceptar que todos formamos un cuerpo y podemos hacer misión desde diferentes tareas y en el ejercicio de los diversos dones.
Pastoral pertinente a sociedades y otros grupos
El plan de trabajo del CEG 2023 incluye ocho líneas de acción, entre las cuales destaca la denominada “Pastoral pertinente a sociedades y otros grupos”, para contribuir a las características de una iglesia renovada, donde el ministerio pastoral y de iglesia sean apropiadas a las necesidades de todos los grupos y sociedades.
Para lo cual, es necesario plantearnos algunos desafíos, como el que la Iglesia local se comprometa a cumplir la misión integral y comunicar el Evangelio a su comunidad que le rodea mediante todo lo que es, hace y dice3.
Además, se debe entender que, su propósito principal es encarnar los valores del reino de Dios y testificar el amor y la justicia revelados en Jesucristo en el poder del Espíritu Santo en función de la transformación de la vida humana en todas sus dimensiones tanto a nivel personal como a nivel comunitario3.
Al respecto, se plantean algunas acciones concretas que debe asumir la Iglesia local para cumplir esta pastoral a todos los sectores:
1. Manifestar el reino de Dios y el Evangelio en todo lo que es, hace y dice.
2. Todo creyente está llamado a seguir a Jesús y a comprometerse a ejercer “el sacerdocio universal de los creyentes en todas las esferas de la vida humana, según los dones y ministerios que Dios le ha otorgado3.”
3. La vida cristiana se debe llevar a todas las dimensiones del ser humano, va más allá de las palabras, tiene que ver con la calidad de vida, la relación con Dios, el prójimo y el medio ambiente.
Por ello, es de suma importancia que cada líder local, cada congregante y cada pastor tomen conciencia de la necesidad de una pastoral pertinente y adecuada a todos los sectores de la grey, sin descuidar o inclinarse más a uno que a otro.
Ministerio de todos los creyentes
Por otra parte, es necesario que se ejercite de manera constante el ministerio de todos los creyentes, donde cada individuo tiene algo qué hacer en la congregación. Así, además de ejercer una pastoral con su testimonio de vida también se involucran de manera activa y comprometida ejerciendo sus dones y ministerios.
¿Alguna vez ha escuchado decir a los hermanos mayores “a mí ya no me pongan a trabajar, yo ya estoy viejo(a) y no puedo ya hacer lo que hacía antes”? Y es que, en cierta forma tienen razón, por su edad y sus condiciones físicas y de salud tal vez ya no tenga la misma agilidad para moverse, para viajar o desplazarse a largas distancias. Pero nada de eso es un impedimento para que pueda seguir sirviendo en la Iglesia, solo que ahora servirá desde otras funciones y tareas acordes a sus capacidades, limitaciones y dones.
Recuerdo que cuando mi esposo era pastor de una congregación en Reynosa, había una hermana anciana, que le decía “a mí ya no me ponga a trabajar, yo ya no puedo hacer nada”, pero sí podía, y sí lo hizo mientras Dios se lo permitió. Era la encargada de abrir y cerrar el templo, pues ella vivía a unos cuantos metros de ahí. Aceptó el cargo con mucha alegría y dijo: “ah pastor, con eso ¡sí puedo!”
También está el otro extremo, en el que, con mucha tristeza, vemos que algunos sectores son excluidos o simplemente no son tomados en cuenta; ya que la pastoral se centra exclusivamente en los adultos, y se deja de lado niños y adolescentes.
En otra ocasión, llegamos a una congregación y vimos que no había Sociedad de Adolescentes. Eso fue algo que llamó mi atención, pues no se debía a que no hubiera ni un solo muchacho de esa edad, sino que el argumento era que “son muy pocos, y esos pocos casi no asisten a los cultos”.
Esta situación no era motivo para desaparecer por completo la Sociedad de Adolescentes; más bien, era un área de oportunidad para hacer crecer el número, de buscar las mejores estrategias para atraer esos chicos, indagar por qué asistían con tan poca frecuencia, confirmar si solo se trataba por el tema del transporte y no de los permisos de los padres o cuidadores y resolver las barreras para propiciar la asistencia continua de estos muchachos.
Por otra parte, a veces se piensa que la niñez no debe participar en los cultos, que a ellos hay que tenerlos encerraditos en su cuartito o saloncito entretenidos mientras los adultos llevan a cabo los servicios de culto. Sin embargo, ese es un error muy grande que, con mucha tristeza, aún se observa en algunas congregaciones. Es importante propiciar espacios donde los niños y las niñas sean incluidos, que se sientan parte de la Iglesia, arraigar ese sentido de pertenencia, que se sientan valorados y tomados en cuenta4.
Los cultos donde se les delega la organización a la Sociedad Infantil resultan muy edificantes, pero no solo para la congregación sino para los propios niños que, cuando se les brinda oportunidad, con entusiasmo y alegría participan en la recolección de ofrendas, en las oraciones, en la dirección y en algunos casos hasta en la predicación.
Los niños asumen retos y desafíos que los llevan a comprometerse más con Dios, a dedicar más tiempo en su preparación ante la solicitud de participar en los cultos. He visto con mucha ternura esas caritas preocupadas por hacer un buen papel al frente de la congregación. He observado a esos pequeños repasando una y otra vez lo que dirán, con el único propósito de que todo salga bien, que Dios sea alabado y glorificado y que ellos sean esos instrumentos del Padre para bendecir a su amada Iglesia.
El problema es que no todos los líderes ven esos detalles, más bien los ignoran y hasta les puede parecer normal que en la liturgia solo se les permita participar a los adultos, de manera particular a los varones.
Hace poco, una hermana se quejaba amargamente de que su pastor le había pedido que la Sociedad Femenil se hiciera cargo del culto de oración, pero había puesto algunas restricciones: “Solo le pido por favor que ponga a dirigir a un obrero, que el tema lo dé un diácono o ministro y que las oraciones las hagan los varones.” Ella se sentía realmente ofendida pues le cuestionó: “¿y entonces qué va hacer la Femenil?” A lo que su pastor le dijo: “van a organizar el culto, buscar a los que van a participar, invitarlos y coordinar lo de la comida.”
Hay que tener cuidado de cómo estamos llevando el liderazgo en nuestras congregaciones, ser sensibles a las necesidades de los demás, a buscar las mejores estrategias para desarrollar de una forma auténtica y creativa el ministerio de todos los creyentes. Se recomienda identificar con claridad los dones de cada miembro o congregante, dejarse guiar por el Espíritu Santo de Dios.
Hay un autor que propone cuatro claves para reconocer si en las actividades realizadas dentro y fuera de la congregación están siendo guiadas por la voz de Dios. Menciona que, si usted siente paz en su corazón acompañada de tierna sabiduría y libertad para poder cumplir la tarea, entonces, lo que está haciendo como líder, está siendo guiado por Dios. Caso contrario ocurre si usted, al poner en marcha cierto proyecto, le acompaña el temor, la confusión, presión y/o culpa por la dificultad de la tarea, significa que esa no es la voz del Creador5.
Todos somos Iglesia, todos somos pastores
Para asumir los retos aquí planteados es necesario llevar a cabo ciertas acciones:
1. Realice un diagnóstico donde determine las características y necesidades de su grupo que pastorea (ya sean niños, adolescentes, jóvenes, femenil, varonil, adultos mayores o matrimonios).
2. Revise el material diseñado por la Iglesia de Dios para aplicar el test “Descubriendo mis dones”.
3. Detecte las áreas débiles en su grupo y diseñe estrategias para atenderlas.
4. Involucre a todos los miembros de su grupo en las actividades programadas por el departamento o sociedad. Delegue acciones concretas.
5. Que su vida sea un testimonio vivo de los valores del reino y encarne en usted la vida de nuestro Señor Jesucristo.
Las anteriores no son necesariamente todas las acciones que se pueden llevar a cabo, pero usted puede ser creativo y buscar las mejores oportunidades para que la pastoral se ejerza en todos los sectores y grupos.
Lo esencial es que tome conciencia de la importancia de que todos los miembros de su Iglesia local participen en la atención pastoral, pero, además debe diseñar e implementar acciones pertinentes a las necesidades de cada persona o grupo. Recuerde que cada creyente también es un pastor, ya sea de su familia, de su grupo o de su propia vida.
Bibliografía
1. BLANCO Pérez, Carlos Alberto. Filosofía, Teología y el Sentido de la Historia. Reflexiones a la luz del pensamiento de Wolfhart Pannenberg. Madrid, España: Fundación José Antonio de Castro, 2011.
2. Biblia RVR1960. Lucas 19:10. s.l.: Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
3. PADILLA, René. Serie del Camino. ¿Qué es la misión integral? Buenos Aires, Argentina: Kairós Ediciones, 2006.
4. Biblia Dios Habla Hoy (DHH). Mateo 19:14. s.l.: Sociedades Bíblicas Unidas, 1996.
5. COMISKEY, Joel. El grupo celular lleno del Espíritu. Haz que tu grupo experimente los dones espirituales. Moreno Valley, California: CCS Publishing, 2011.