Cómo ponerte de pie cuando has caído

Muchos de nosotros y en distintos ámbitos hemos sido golpeados por la adversidad. El estado de ánimo se viene abajo y perdemos el gozo de servir y el entusiasmo de planear. Frente a esto, algunos nos aislamos o dejamos de avanzar. Pero, cuando nos sintamos derribados por los quebrantos, escuchemos la voz de Dios que nos llama de nuevo.

Al enfrentar las vicisitudes de la vida, los cristianos resultamos tan frágiles como cualquiera. Cuando nuestro espíritu es quebrantado, muchas veces parece que hemos llegado al final de nuestros llamados. Frente a esta condición, necesitamos saber: cómo ponernos de pie cuando hemos caído.

Para enfrentar esta experiencia, podemos mirarnos en el espejo de la vida de un personaje extraordinario: el profeta Elías. Con las vivencias de Elías descubrimos los siguientes elementos:

• Todos quisiéramos tener un espíritu inquebrantable que resista el paso del tiempo y el esfuerzo continuo; sin embargo, la realidad es que solemos atravesar por ciclos de euforia y depresión.

• Podemos sentirnos reflejados en su carácter por sus cambios de estado de ánimo. Admiramos al Elías poderoso de 1 de Reyes 18, pero rechazamos al hombre desesperado del capítulo 19.

• Llegamos a sentir pena por la imagen patética de Elías en el desierto: débil, a punto del colapso, solo, agotado, frustrado, quejumbroso y deseando morir. 

• Nos decepciona la impresión de un hombre acabado. “Basta ya, es suficiente”, es su frase dramática. Es la voz de una persona agotada, golpeada de las luchas cotidianas. Después de los momentos de gloria, venciendo a una multitud de adversarios religiosos. Él y Dios fueron mayoría en el monte Carmelo; sin embargo, Dios se volvió una sombra efímera en el desierto.

La descripción que la misma Biblia nos da de Elías dice que: “era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras” (Santiago 5:17a).

Un diagnóstico de Elías

No todo es lo que parece

El profeta viene de una serie de eventos extraordinarios: Resucita al hijo de una viuda en Sarepta de Sidón; se presenta ante el rey Acab que andaba buscándolo para matarle; desafía a 450 profetas de Baal y, en la cumbre del monte Carmelo, les demuestra la superioridad de su Dios; ora pidiendo al cielo que llueva y Dios responde a su petición; corre ante la carroza que transportaba al rey Acab y llega a Jezreel antes que el rey. El primer Elías enumera una relación de victorias. Pero la vida no siempre es lo que parece.

La caída de un gigante

Inmediatamente después de estos éxitos le sobreviene un desplome brutal. El gigante de la fe se transforma en una persona mediocre. El amigo de Dios se desmaya hasta el polvo. El profeta perdió su sentido de trascendencia y la tristeza profunda llega a dominarle por entero. ¿Puede un cristiano, hoy, caer de las alturas de la comunión con Dios hasta la negación y la miseria espiritual? Lamentablemente, sí.

El factor precipitante

En el caso de Elías fue la amenaza proferida por la reina Jezabel, quien juró en nombre de sus dioses acabar con la vida del profeta: “Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos” (1 Reyes 19:2).

Los motivos de las depresiones que nos aquejan son más teóricos que reales. La amenaza es intención de hacer daño, no es daño en sí mismo; el peligro es la contingencia inminente de que suceda algún mal, pero no es el mal en acción. Por lo tanto, ni las amenazas ni los peligros que resultan del medio social en que nos desenvolvemos deben ser causas de depresión para el cristiano. Tenemos la promesa bíblica y la seguridad que ésta produce: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar” (Salmo 46:1-2).

Los pasos en la caída de Elías

1. Dejarse dominar por un sentimiento de fracaso. Su enfrentamiento con el rey Acab y la muerte de los profetas de Baal suponían, para él, el comienzo de un avivamiento religioso que podría llegar a sacudir a todo Israel. Mas, la narración del evento no describe ningún efecto en la fe del pueblo, su ministerio parece no tener sentido.

2. Dar lugar al temor paralizante. Cuando permitimos que las amenazas dejen huella en nuestro ánimo, la depresión inicial llega a convertirse en un temor paralizante. Esto fue lo que le ocurrió a Elías: “Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida” (19:3a). De colaborador de Dios, Elías pasa a ser víctima de su propio miedo. Los espantapájaros cumplen su efecto.

3. Perder el rumbo de tu caminar. Partiendo del monte Carmelo en dirección al sur, Elías anduvo de día y de noche, durmiendo unas veces en cavernas junto a los caminos y otras al pie de algún árbol solitario. En Beerseba, límite sur de Palestina, dejó a su criado y se adentró solo por las inmensidades del desierto. Caminó todo el día bajo un sol abrasador sin destino claro.

4. Despreciar la vida. La vida le pesa al otrora profeta vencedor, la llega a aborrecer, desea la muerte: “Deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (19:4b). Las contradicciones se acumulan. Huye de Jezabel para salvar su vida y ahora pide a gritos sordos la muerte.

El ser humano es un trazo de misterio, de enigma y de absurdo, es tremendamente complejo. Y en su complejidad pasa de los estados eufóricos a las depresiones más degradantes. Tenemos la radiografía de este hombre bíblico para que no desesperemos en nuestras horas bajas.

5. Enfrentar adversidades sin renovarse. Elías había realizado un extraordinario esfuerzo físico, mental y emocional: había puesto a prueba su fe ante un rey que le buscaba para matarle y ante 450 profetas de un culto extraño; había caminado hasta el agotamiento bajo un sol quemante; estaba hambriento, sediento, falto de sueño, rendido de cansancio y sobre él pesaba una amenaza de muerte dictada por una mujer poderosa y sin escrúpulos. Todo esto producía en él disminución de energías, apatía, pérdida de interés por la vida y deseos de muerte.

Los problemas de Elías como líder espiritual nos dejan varias lecciones para aprender:

1. No pierdas el enfoque. El conflicto de Elías comenzó al tener expectativas equivocadas: supuso la conversión de todos y se centró en sí mismo, en su fama y su realización personal. Elías perdió el enfoque cuando miró el problema más que al Señor.

2. No te compares con nadie. “No soy mejor que mis padres”, dice para sus adentros. Cuando nos comparamos con otros vamos a hallar que somos mejores, en algunos aspectos, que ellos, pero sin duda que vamos a descubrir que estamos por debajo de muchos que nos superan en dones y capacidades. Al compararnos se nos olvida relativizar los resultados dadas las circunstancias, historias, recursos y habilidades naturales de cada uno.

3. Encuentra a Dios en la solitud. La experiencia más profunda de Dios la logramos en los encuentros personales, en esos momentos donde su presencia se vuelve amenazadora debido a su grandeza y nuestra pequeñez. Él no está preponderantemente en el bullicio de la multitud, sino en el silencio de la soledad.

4. Aprendamos a depender de Dios. La fuerza para vencer las adversidades no radica en nuestra propia vitalidad sino en la grandeza del Señor. Dios es la fuente de la fe y la vida que disfrutamos cada día; Él nos llevará a sus propósitos finales y proveerá lo que requiramos en cada momento particular.

5. Actúa en obediencia. La fidelidad no es solo para los tiempos de prosperidad sino también para los tiempos de quebranto. La desesperación y desconfianza nos pueden llevar al pecado. Mantener la fe y guardar su voluntad nos brindan certeza de su cercanía.

6. Apóyate en la comunidad. Los síntomas de tristeza se aumentan cuando nos aislamos de otros que nos dan continencia y aliento. Dios es generoso y nos da compañerismo para sanar y renovar los espíritus caídos. Siempre podrás encontrar las palabras de Dios en el hermano que Dios envía.

7. Las pruebas son para purificación. Jamás desechemos las adversidades como inútiles y sin sentido. Las adversidades son un medio por el cual Dios sigue trabajando en nuestro carácter y modela nuestra personalidad. Hay aspectos positivos que llegan a partir del dolor y las pérdidas.

8. El plan está en las manos de Dios. Nunca sabemos el desenlace de una crisis; lo que parece un fracaso puede ser el comienzo de una victoria. Debemos dimensionar el fracaso porque ni la vida ni el trabajo dependen totalmente de nosotros, sino de Dios; lo que estimamos fracaso puede ser parte de un plan divino que ignoramos y aun siendo fracasos reales, Dios puede convertirlos en éxitos.

9. No temas a los espantapájaros. La vida está llena de amenazas de destrucción, estamos expuestos a innumerables resistencias y desviaciones de las metas justas y correctas. En nuestro entorno existen muchos elementos que provocan miedo paralizante, y dejamos de avanzar en el llamado para evitar el dolor que puede acarrear: la opinión de los demás, la soledad del abandono, el rechazo de espacios anhelados, quedarte sin nada, perder seguridad, desprenderte de tus posesiones o no cumplir las expectativas.

10. El Dios de las montañas es el Dios de los valles. El Dios de los tiempos de bonanza y triunfo es el Dios de los tiempos de quebranto y soledad. Dios sigue siendo el mismo aun cuando las condiciones cambien, Él está por encima de todas las circunstancias. Por fe podemos confiar que su mano nos sostendrá.

Un mensaje final

«Al igual que Elías, podemos quedar tan atrapados en las dificultades de nuestra vida que perdemos la perspectiva y comenzamos a consumirnos. En esos momentos, podemos sentir que nada puede mejorar. Estamos tentados a preguntarnos por qué Dios no nos ayudará a arreglar las cosas, por qué no nos pondrá todo en orden. Es exactamente en esos momentos que Dios quiere que estemos quietos, no para tratar de encontrar su voluntad en las tormentas que nos rodean, sino para descansar en su paz. A veces, en medio de una crisis, necesitamos tomarnos un momento para hacer una pausa y dejar que el Señor nos ministre. A veces, lo más piadoso que se puede hacer es pelear la buena batalla; otras veces, lo más piadoso es dormir, recibir alimento a través de la comida y la bebida, y esperar en el Señor en lugar de luchar por encontrar respuestas por nuestra cuenta.» —Sally y Joel Clarkson; Elías el profeta exhausto; CT 8/03/17.

Dios le dice a Elías: «levántate, largo camino te espera». Estemos listos, ya llega una nueva jornada de servicio.

El modelo de restauración

de Dios:

1. Muestra ternura. Dios actúa en Elías por medio de un ángel. Éste se acercó al profeta y “le tocó” (1 Reyes 19:5). Sus hijos e hijas somos valiosos a los ojos de Dios. Su benevolencia y protección serán sobre nosotros.

2. Da palabras de aliento. El ángel dijo a Elías: “levántate” (v. 5). Las firmes palabras dichas una y otra vez nos empujan y sostienen, porque Dios camina junto a nosotros.

3. Ofrece alimentación. El ángel “le tocó y le dijo: Levántate, come” (v. 5). Dios sustenta y fortalece. Su cuidado cariñoso llena de vitalidad.

4. Da reposo. Elías “comió, y bebió, y volvió a dormirse” (v. 6). En las manos de Dios todo está bien.

5. Ofrece proyección de futuro. El ángel le dice: “Levántate y come, porque largo camino te resta” (v. 7). En Dios ninguno de los suyos se pierde, Él completará sus planes en nosotros.

6. Da sentido de la existencia. Dos veces el ángel hace al profeta la misma pregunta: “¿Qué haces aquí, Elías?” (vv. 9 y 13).

7. Saca de la cueva. El ángel dijo a Elías: “Sal fuera, y ponte en el monte” (v. 11)

8. Se presenta en el silencio. No estaba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego. Dios estaba en “un silbo apacible y delicado” (v. 12). 

9. Envía a nueva misión. (vv. 19:15-16). Dios dice a Elías que antes de finalizar su ministerio tiene que cumplir tres grandes misiones: coronar al rey de Siria, coronar al rey de Israel y ungir a Eliseo para que le suceda en el ministerio profético.

10. Ofrece promesa de comunidad. “Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (v. 18).

La restauración es de Dios. Él no nos deja solos, redime a otros para que juntos seamos una comunidad fuerte que le dé gloria.

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