Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado,
ha llegado ya lo nuevo!
(2 Corintios 5:17, NVI)
Cada año nuevo suele estar acompañado de propósitos, entre ellos: perder peso, hacer más ejercicio, obtener mejores calificaciones, alimentarse mejor, ahorrar dinero, etcétera. Sin embargo, estudios afirman que solo el 8% de las personas cumplen sus propósitos.
Hacer cambios significativos siempre es un reto, más aún cuando la pandemia vino a trastocar los hábitos en el estilo de vida de las personas. Desde el ámbito de la fe muchos afirman que la pandemia los ha enfriado, los ha vuelto perezosos y cómodos; otros, valientemente han confesado “estoy pecando como nunca”.
Lo cierto es que Dios nos ha permitido iniciar un año junto a Él. Un nuevo ciclo se abre y nos da la oportunidad de volver a comenzar en algunas áreas de nuestra vida. El apóstol Pablo hace una de las declaraciones más esperanzadoras para todos los que piensan que no pueden cambiar: “¡Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo!”. Esta es una de las premisas del Evangelio, dejar la vieja vida para obtener la nueva vida de Dios.
Hay cristianos que viven anclados en su pasado, en la nostalgia del ayer, recordando las experiencias positivas o negativas. El problema radica en que el exceso de pasado impide vivir plenamente el presente, como diría Michel de Montaigne: «Nada fija una cosa con tanta intensidad en la memoria como el deseo de olvidarla.» Cuando el pasado se vuelve un problema del presente, comienza a invadir nuestra cotidianidad, se convierte en una sombra de lo que no se puede separar y tampoco olvidar.
El apóstol Pablo escribe con preocupación pastoral a los corintios, y les dice: “Si alguno está en Cristo es una nueva creación”. “Estar en Cristo” es una transformación personal, en donde un mundo nuevo, brillante y glorioso es posible por la intervención asombrosa de Dios. El peso del pasado no tiene ya poder ante el surgimiento de lo nuevo.
El concepto de “nuevo” que los profetas del Antiguo Testamento ya habían hablado se manifestó con Jesús, una nueva era, un nuevo pacto, un nuevo corazón y hombre.
Haciendo un poco de retrospectiva, el siglo XXI empezó con la esperanza de un nuevo milenio, donde todo sería mejor; sin embargo, veintitrés años después, la economía mundial está en crisis, el deterioro ambiental y los conflictos armados se han convertido en una amenaza global. No cabe duda, social y eclesialmente estamos en una época nueva, pero no se refiere a esto la novedad que trajo Jesús.
Es verdad, estamos situados en una sociedad poscristiana, algunos la llaman “de la increencia”, es decir, con falta de creencias religiosas. Hoy muchos jóvenes siguiendo el espíritu de la época se declaran arreligiosos. Esta situación presenta grandes desafíos, pero debe quedar claro que ser cristiano es mucho más que poseer un tipo de creencia, es vivir una vida nueva, diferente y animada por el poder del Espíritu. Con Dios hay esperanza en nuestro porvenir, hoy podemos iniciar una nueva experiencia.
Hay jóvenes que tuvieron un buen comienzo, muy enamorados y apasionados por Jesús, pero ahora se encuentran desanimados, ya no sirven en un ministerio, no asisten a las reuniones de la iglesia y han descuidado su intimidad con Dios. Es muy frustrante comenzar bien y después abandonar.
La solución a la pasividad e inactividad es el Evangelio, Jesús sacude nuestro corazón y nos pone en marcha una vez más.
Querido joven, en medio de los fracasos y debilidades, Dios te puede usar. Él está dispuesto a hacer un nuevo pacto contigo, la pregunta es si estás dispuesto a entrar en esa relación.
Te invito a meditar en estas tres preguntas respecto a tu relación con Jesús.
• ¿Qué tengo que dejar de hacer?
• ¿Qué tengo que comenzar a hacer?
• ¿Qué tengo que volver a hacer?
Si has perdido el vigor interior, los sueños, el entusiasmo y la esperanza, ante ti se presenta Jesús como aquel que puede hacer nuevo todo. Si pusiste tu ministerio en pausa, aprende a depender de Dios. No te rindas, no te desanimes, hay un nuevo comienzo en Dios.
Aunque todos pasamos momentos de crisis, “baches”, decepción y sufrimiento, no es permanente. Podemos convertir las duras crisis en oportunidades de cambio y crecimiento. Retoma la marcha en la dirección deseada, ese será un buen inicio.
Comenzamos un nuevo año, el mensaje del Evangelio nos hace superar el pasado, nos permite vivir un presente transformado y nos proporciona esperanza y seguridad para el futuro. Este tiempo nos presenta la oportunidad de renovarnos, de iniciar un proyecto y no dejarlo a medias. Te animo a iniciar un ministerio ferviente, descubre todo lo nuevo que Dios puede hacer a través de ti. ¡Él puede darte un nuevo comienzo!