Min. Isaí Cruz Velázquez
¿Habrá alguien que no quisiera ver crecer a su iglesia local? ¡Definitivamente no! Estoy seguro de que todos: pastores, líderes y miembros, anhelamos en lo profundo de nuestro corazón, que nuestras congregaciones crezcan de la misma manera que a la iglesia primitiva se le añadían cada día quienes habrían de ser salvos. El tema del crecimiento de la iglesia, es de la mayor importancia para quienes deseamos ver crecer a nuestras comunidades de fe.
En una de las iglesias donde crecí, un hermano decía que era más importante crecer en calidad que en cantidad, que creciendo en calidad nos prepararíamos para crecer en cantidad; es decir, hasta el momento en que consideremos estar bien o espiritualmente maduros sería el tiempo adecuado para iniciar la labor de compartir el evangelio. Argumentaba que el crecimiento numérico se iba a dar de manera automática, en razón de que, en esa iglesia nos enfocábamos en realizar cultos muy bonitos, orábamos y convivíamos, pero ese tiempo para llevar el Evangelio a las personas nunca llegó. Al menos nunca evangelizamos de manera comunitaria, pues solo lo hacían un par de hermanos a quienes se les consideraba aptos para esta labor. Hoy reflexiono en el pasado y me doy cuenta de que la labor de compartir el evangelio es una tarea insoslayable e impostergable, en el cual toda la iglesia o congregación debe participar y estar involucrada.
El aspecto cualitativo de la Iglesia cobra relevancia cuando enfocamos nuestra atención y ocupación sobre las características y cualidades que la Iglesia debe tener; me refiero específicamente en el ser y hacer de su misión, debe ser su esencia. En el seminario fui enseñado que, si la iglesia no realiza su misión no es iglesia y no hay razón de que exista. La iglesia tiene un propósito en este mundo y una razón del por qué Dios la trajo a su existencia.
Es fácil pensar que las iglesias que no se ocupan en la misión tienen una fuerte tendencia a desaparecer y morir. En el libro de David Watson, Creo en la Evangelizacióni, aparece la siguiente leyenda en la portada: «Hacer otra cosa en la iglesia y no evangelizar es como reacomodar los muebles cuando la casa está en fuego». ¡Qué duro!, pero es la realidad. Aquí, lo importante es responder a la pregunta: ¿Qué es misión? Algunos responderían: “es hacer lo que Dios quiere que hagamos”; otros dirían: “es lo que Dios quiere hacer en el mundo”. Lo cierto es que reconocemos que la iglesia y su misión nacen en el corazón de Dios; y, entonces la pregunta debería ser: ¿Qué quiere hacer Dios en el mundo?, pues hace llover sobre justos e injustos, para el que cree y no cree y beneficia a todos, pero esto no es misión para la iglesia. Veamos algunas definiciones de Misión:
1. El Dr. Donald A. McGavran dice: «es una empresa dedicada a proclamar las Buenas Nuevas del Señor Jesucristo, y a persuadir a las personas que lleguen a ser sus discípulos y miembros responsables de su iglesia.»ii Parece ser muy específico para quien es considerado como el misiólogo más influyente del siglo XX, que pone énfasis en la proclamación del evangelio para hacer discípulos.
Creo que la definición de misión que tenemos como iglesia tiene este mismo sentir y cada vez reforzamos la idea y tarea en que debemos “formar discípulos de Cristo mediante la predicación y enseñanza del Evangelio”. Por cierto, esta ha sido por muchos años nuestra misión institucional; que debemos apropiar y encarnar.
2. El Pacto de Lausana refiere que «la misión de la iglesia es una misión de servicio sacrificial, en el que la evangelización ocupa el primer lugar. El pacto de los participantes de este Congreso Internacional de Evangelización mundial dice y afirma que Cristo envía a los redimidos al mundo, así como el Padre lo envió a Él, y que ello exige una similar penetración profunda y costosa en el mundo.»iii
Esto nos hace reflexionar en que el cristiano tendría que sentir una gran compasión frente a la opresión, frente a quienes se les menoscaba y pone en riesgo su libertad civil, quienes son discriminados por su tipo de raza, quienes se les niegue e imposibilite a cubrir sus necesidades más básicas de la vida; dicho de otra manera, la iglesia se entristece, se indigna cuando observa que algún grupo vulnerable es expuesto y entonces hace todo lo necesario para actuar en favor de ellos y contribuye a cambiar su situación.
Como iglesia tenemos nuestra propia misión institucional y es importante que la apropiemos, que en su definición completa dice:
3. «Formar discípulos de Cristo que se conforman a Su carácter, alcanzan la plenitud en Él y hacen visible el Reino de Dios en el mundo, mediante la predicación y enseñanza del evangelio, la comunión y el testimonio».iv No está de más decir que nuestra misión se realiza en diferentes áreas de la vida de la iglesia, que por años hemos considerado como Misión Integral, que incluye: Evangelización, Adoración, Edificación, Comunión y Servicio, siendo este último lo que ya hemos abordado. Afirmamos que servir también es parte de nuestra misión, porque lo fue de nuestro Señor Jesucristo (Mateo 20:28); que vivamos la comunión, pues su propósito y oración fue que sus discípulos permanezcan unidos a Él y con el Padre (Juan 17:21); y, así cada área debe ser una réplica en la Iglesia de la manera que Jesús lo vino a hacer. Por supuesto que la evangelización constituye lo primordial en lo que la iglesia debe hacer sin descuidar lo demás.
Ahora bien, si hemos abundado en lo que es la misión, podemos abordar el tema de crecimiento de la Iglesia, de lo que McGavran en su definición especificaba como: «la propagación del evangelio, la reconciliación de los hombres con Dios, y el ingreso de estos a la iglesia del Señor Jesucristo».
Peter Wagner, discípulo de McGavran, considera que, si bien el mandato evangelístico tiene prioridad sobre el mandato cultural, este no debe quedar fuera, pues nos referimos nada más y nada menos que el mandato de Jesús de preocuparse por la situación del prójimo, que es el compromiso social de la iglesia. El postulado plasmado en el pacto de Lausana, que ya referimos, retoma este principio; por tanto, para Wagner este sería un modelo que una iglesia debe tener sí es que desea crecer. No estoy diciendo que el crecimiento lo dé el hombre, todos sabemos que el crecimiento lo da Dios (Hechos 2:47); sin embargo, es importante que la iglesia, tenga claro cómo realizar su trabajo misionero, y esto es que nuestros conceptos y prácticas tengan el mayor y mejor alcance.
Sí hemos dado prioridad al evangelismo, es importante definirlo. Permítame mostrar la definición de un grupo de líderes cristianos: «Evangelizar es presentar a Jesucristo en el poder del Espíritu Santo para que los hombres lleguen a poner su confianza en Dios a través de Él, le acepten como su Salvador y le sirvan como su Rey en la comunión de su iglesia».v Para descifrar esta definición, Peter Wagner explica con su principio de las 3-Pvi:
a) 1-P. Evangelismo de Presencia, es cuando el mandato cultural se confunde con el mandato evangelístico, y donde con solo cumplir con el primero, estaríamos evangelizando, con ello, se construyen escuelas, hospitales y demás obras sociales, pero no nos permite alcanzar el propósito de la Gran comisión.
b) 2-P. Proclamación del Evangelio, nos da oportunidad para ir a la calle, se limita a sembrar, pero no a cosechar, permite hacer oyentes y no discípulos.
c) 3-P. Evangelismo de persuasión, la meta no es proclamar las Buenas Nuevas solamente, el evangelismo se ha realizado solo cuando se ha logrado formar discípulos, por lo que, difícilmente se puede afirmar que se ha evangelizado a toda una ciudad o colonia si solo se les ha obsequiado folletos, esto en muchos casos abre puertas, pero, recordemos que el fin es hacer discípulos.
En el sentido de 3-P (persuasión) la anterior definición de evangelismo cobra sentido cuando dice: “para que los hombres lleguen”; y es mejor comprendido, pues reitera su alcance de hacer discípulos,
¿Y qué decir de nuestra definición como iglesia?, que integrada en la misión dice: “formar discípulos”, razón por la que desde el 2022, a través de estudios de Escuela Sabática, congresos y demás recursos, comenzamos a alentar a nuestras comunidades de fe a ser “Una Iglesia de Discípulos” dispuestos a compartir el mensaje del Evangelio. Y que, en cuanto a las formas, hemos privilegiado la implantación del “Sistema de Grupos Familiares” para el crecimiento de la Iglesia desde hace ya varias décadas; pues se vuelve el lugar propicio para lograr nuestra misión.
En el trabajo, con mi esposa, Dios nos ha permitido tener la experiencia de tener grupos familiares en casa y en la de otros hermanos. En mi experiencia pastoral, junto con la congregación, hemos emprendido proyectos para implantar grupos familiares. Ahora lo hago impulsando este sistema en el distrito 3, Coahuila y Durango, en el que Dios, en su gracia, me permite servir. En todas estas experiencias he podido ver que este sistema realmente funciona; pues al paso de por lo menos cinco meses que iniciamos los grupos familiares, algunas personas manifiestan su deseo de bautizarse y con ello nuestra responsabilidad de discipularlos. Consideremos entonces que el iglecrecimiento no solo tiene el interés por sembrar, sino en la multiplicación del fruto y en que la cosecha sea abundante. Por tanto, no temamos decir que no solo importa el crecimiento cualitativo, sino también el cuantitativo; los números dirán si estamos creciendo o decreciendo. Acostumbrémonos a cosechar, no solo a sembrar.
Hermano pastor y líder, reafirmemos nuestra misión en nuestro quehacer local, sembremos y cosechemos, contextualicemos la misión desde nuestras esferas y desde nuestros propios contextos sociales, hagamos lo que Jesús haría en nuestro tiempo para quitar el oprobio y la ignominia de las personas, demos a conocer el Evangelio que libera y hace presente la realidad del reino de Dios ahora. Que la Palabra de Dios nos motive; pues en ella encontramos razones para hacerlo. Permítanme compartirles por lo menos dos razones que David Watson encuentra en ella.
1. El poder de Cristo. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es (2 Corintios 5:17). El poder de Cristo transforma, renueva el corazón hasta del más vil y arrogante. No temamos en dar esta esperanza a quien necesita ser transformado; este es el milagro del Evangelio.
2. El ministerio de Cristo. Todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5:18). Watson, literalmente escribe sobre el Doctor Theodore F. Adams cuando fue ordenado, pues en ese momento fue exhortado por su padre con las siguientes palabras: «Ted, hijo mío, quédate cerca de Dios, Ted, hijo mío, quédate cerca del hombre, Ted, hijo mío, reconcilia al hombre con Dios, con esto quiso decirle que, si su evangelización fracasa, es generalmente por dos razones, primero porque se fracasa en estar cerca de Dios, y segundo porque no se logra permanecer cerca del hombre».vii
El trabajo en la misión que conlleva al crecimiento de la iglesia es necesario y urgente, no hay por qué esperar, permitamos que el Espíritu Santo nos motive y nos prepare para tan importante mandato, impulsemos constantemente a nuestra iglesia local a emprender la misión de Dios que ha puesto en nuestras manos.
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega (Juan 4:35).
Referencias
i D. Watson, Creo en la evangelización, Miami, Florida: Editorial Caribe, 1978.
ii Donald McGavran, Understandin Church Growth, Gran Rapids, Eerdmands, rev. ed. 1980, pág. 26.
iii J. Stott, El Pacto de Lausana, Lausana, Suiza: Comité de Lausana para Evangelización Mundial, 1974.
iv I. d. D. (7o. día), Misión de la Iglesia, Cuernavaca, Morelos, México: La Verdad Presente, 2022.
v J. C. Miranda, Manual de Iglecrecimiento, Miami, Florida: Vida, 1985, pág. 44
vi ibidem, pág. 45
vii D. Watson, Creo en la evangelización, Miami, Florida: Editorial Caribe, 1978.