Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:14-16)
Según la revelación bíblica, la santidad es:
(a) Una cualidad fundamental de Dios y de Su Espíritu;
(b) Una virtud indispensable de todo verdadero creyente; y
(c) Un atributo de ciertos lugares, objetos, días, fechas, acciones, etc.1
En la antigüedad, Dios dejó establecida su santidad como un rasgo distintivo y exclusivo de Él. Sólo Él es santo. También, como base de su llamado a su pueblo: seréis, pues, santos, porque yo soy santo (Levítico 11:45b). De hecho, esa santidad en el sentido de «apartar», «consagrar», o «dedicar», era también aplicada a los objetos y lugares dedicados al servicio a Dios. Ahora bien, para los cristianos, como se ha mencionado al principio, la santidad es también una condición indispensable de todo verdadero creyente (1 Pedro 1:15).
Aquí es importante mencionar que: «Nuestra santidad está estrechamente relacionada con la de Dios. Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos (Levítico 20:26). Si este pasaje menciona la separación, también todo el capítulo habla de pureza de conducta»2.
El apóstol Pedro, en su primera carta, escribe acerca de la nueva vida del que ha creído en Jesús. Este creyente ha sido elegido según el previo conocimiento de Dios (1 Pedro 1:2a) y esta elección tiene un propósito: la obediencia (1 Pedro 1:2b). Al haber sido rociado con la sangre de Cristo, el creyente ha sido regenerado por completo. No es que Cristo modere o mejore nuestra antigua naturaleza, no. Más bien, nos entrega una nueva naturaleza, nos hace nacer de nuevo (Juan 3). El creyente ha renacido por la misericordia del Señor (1 Pedro 1:3); esto es, ha sido hecho partícipe de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4).
Ahora, conforme al Evangelio, todas las promesas contenidas en la Escritura le pertenecen al creyente por la obra activa del Espíritu Santo (2 Corintios 7:1). Efectivamente, «La santificación es la obra del Espíritu Santo en nosotros, para purificarnos, separarnos del mal y hacernos conforme a la imagen de Cristo y aceptos a Dios»3.
Santidad en comunidad
La santidad es, por supuesto, de índole personal, pero no exclusiva de esta condición. La vida renovada en Cristo debe manifestarse en la relación con los demás como expresión de la santidad y específicamente, entre aquellos que nos han sido dados como hermanos por Jesucristo. La santidad tiene una dimensión comunitaria, también. Por un lado, la Escritura se refiere al creyente como el cuidador y procurador de su caminar en santidad (2 Corintios 7; Efesios 4:24; Hebreos 12:14); y por el otro, también se hace un llamado a vivir en santidad como comunidad. Y es en este sentido que voy a referirme ahora basado en la siguiente escritura:
Hebreos 10:24-25, dice: Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
A través de 4 aspectos importantes mencionados en este pasaje, es como el cristiano puede ayudar a su hermano a vivir en santidad a nivel comunitario. Como dice William Barclay en su comentario a la Carta a los Hebreos: «El autor de Hebreos llega aquí a las consecuencias prácticas de todo lo que ha estado diciendo. De la teología pasa a la exhortación práctica»4.
1. Considerándonos (v. 24a)
Considerar, es entender plenamente, estrechamente. Considerarnos reflexivamente los unos a los otros para animarnos al amor y a las buenas obras.
La Nueva Traducción Viviente, dice: Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros…, en tanto, la Nueva Versión Internacional, traduce: Preocupémonos los unos por los otros (…). Queda claro en el pasaje, que la intención de considerarnos es pensar el uno en el otro y, preocuparse el uno por el otro. Poner atención, tener respeto y cuidado en el otro.
A veces sucede que los congregantes van y vienen y nunca se sintieron considerados, es decir, nunca se les dio la debida atención. ¡Qué falta de respeto! ¡Qué falta de consideración! A otros tampoco los consideramos, porque nunca nos aprendimos su nombre ¡Qué tristeza! Recuerdo que en una reunión de líderes, un hermano contaba su testimonio, muy lamentable por cierto, de cómo fue su primer contacto con la Iglesia de Dios. Él relataba que estando él en el templo, nadie se dio por enterado de su presencia, nadie lo saludó, nadie le dio la bienvenida, en una palabra: nadie se interesó por él. Esto provocó que él se preguntara: «¿En verdad es ésta la Iglesia de Dios?». Triste en verdad.
Uno muestra genuina preocupación por otro, cuando le llama por teléfono, le manda mensajes para saber cómo está, lo visita cuando está enfermo, lo ayuda cuando tiene dificultades, lo orienta cuando está confundido, en suma, cuando lo tiene en cuenta. Es necesario comprender que la vida cristiana no se vive en soledad, eso es anti-bíblico. La vida cristiana es comunitaria: Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hechos 2:42). Formamos parte de un cuerpo, esto significa que todos somos miembros los unos de los otros. Somos igualmente valiosos, igualmente importantes (Romanos 12:5; 1 Corintos 12:25).
2. Estimulándonos (v. 24b)
Estimular viene del griego «paroxysmón» y denota estímulo y según el diccionario de la Real Academia Española, el término castellano que se le puede comparar es paroxismo que significa: exaltación extrema de los afectos y pasiones. Aquí, en Hebreos 10:24 donde dice «estimularnos al amor»; literalmente podría decirse «para estímulo del amor».
Un estímulo es un agente físico, químico o mecánico, que desencadena una reacción funcional en un organismo. Es también un incitamiento para obrar o funcionar.
Actualmente hay una creencia que ha tomado mucho auge en la población, se llama «estimulación temprana» y tiene que ver con los niños. Cuando éstos son muy pequeños se les estimula con caricias, masajes, movimientos que, con mucho amor y constancia, producen un efecto muy positivo en los niños, logrando con ello potenciar sus capacidades físicas, mentales y motrices. De la misma manera en que se estimula a un bebé, debemos estimularnos unos a otros para que el amor se manifieste en todas nuestras acciones. ¿Cómo? A través de un abrazo, de una palabra de aliento, de una invitación a compartir el pan. También, puede ser a través de la oración, del estudio de la Palabra, de las sesiones de consejería, a través de pasar tiempo juntos, entre otras formas. Tomemos ejemplo de la iglesia primitiva: Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2:46).
3. Congregándonos (v.25a)
¿Qué tan importante es asistir al templo a las reuniones cúlticas? He escuchado a algunos que dicen: «Yo puedo adorar a Dios en cualquier lugar». Esto es, en parte cierto, pero no del todo. Es verdad que a Dios lo podemos –y debemos– adorar en todo lugar y en todo tiempo. Sin embargo, la Biblia aclara que el día de reunión del cuerpo de Cristo es un día muy especial, el sólo hecho de pensar en asistir al templo debe producir en nosotros una alegría indescriptible:
El libro de los Salmos 122:1, dice: Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos.
Salmo 84:10, dice: Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad.
El escritor de los Salmos mencionados anhelaba salir pronto del mundo y encontrarse con Dios en sus moradas, su santo templo. Podemos encontrarnos con Dios en cualquier parte y en cualquier momento, pero sabemos que asistir al lugar donde se congrega la iglesia (los santos) nos ayuda a alejarnos del bullicio de la vida, pues entramos donde podemos meditar y orar con tranquilidad. Encontramos gozo, no en el hermoso edificio, sino en la oración, el canto, la enseñanza, la predicación y la comunión fraterna, al tiempo que damos testimonio de nuestra fidelidad y obediencia a Dios.
Como dice Joshua Harris: «Cada cristiano es llamado al compromiso apasionado con una iglesia local específica. ¿Por qué? Porque la Iglesia local es la clave para el crecimiento y la salud espiritual del cristiano»5.
El día de reposo y todos los días de reunión en el templo son los días que el Señor ha hecho para alegrarnos y regocijarnos. Especialmente el día de reposo es un día de fiesta (Salmo 118:24). Cito a Barclay: «El que crea que puede [vivir la vida cristiana si descuida la comunión de la iglesia], debe recordar que no se va a la iglesia sólo para recibir, sino también para dar. Si cree que la iglesia tiene faltas, su deber sería ir a ayudar a superarlas»6.
4. Exhortándonos (v. 25b)
Exhortar es llamar, rogar, amonestar, apremiar a alguien para que siga un curso de conducta; siempre con anticipación, mirando al futuro, en contraste con el significado de consolar, que es retrospectivo, y que tiene que ver con pruebas ya experimentadas.
El amor bíblico se caracteriza por la honestidad. No se puede ser honesto con alguien a menos que exista amor. Amar y mentir es una contradicción. El que ama es honesto (1 Juan 3:18). Incluso, podemos afirmar, que el amor es genuino en la medida en que hay sinceridad de manera visible:
Proverbios 27:5-6, afirma: Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto. Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece.
La exhortación entendida como confrontación nos habla de la integridad de quien confronta y nos habla de la humildad de quien es confrontado (Proverbios 15:31-33). Para esto, por supuesto que es imprescindible que el que exhorta sea ejemplo de vida (Filipenses 3:17; 1 Timoteo 4:12; Tito 2:7; 1 Pedro 5:3).
Hablando de los pastores en particular, esta misma Carta a los Hebreos nos llama a considerar lo siguiente en la vida de los líderes: Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe (Hebreos 13:7).
Exhortar es, también, llamar a alguien a dejar de hacer algo en contra de la voluntad de Dios. A cambiar el rumbo de su vida, pero para esto es menester tener un conocimiento y entendimiento de la Palabra y del Evangelio (Hechos 20:31; Romanos 15:14). El amor de unos por otros en Cristo debe hacerse evidente en obras de amor y en la unidad en Su nombre, especialmente cuando su retorno glorioso está cada vez más cerca. ¡Aleluya!
Conclusión
Algunos hermanos han descuidado su vida de fe sin dar ni recibir consideración, aliento, estímulo. Incluso han dejado de congregarse por miedo al qué dirán, o por causa del trabajo (el trabajo los ha absorbido). Otros por motivos de escuela (no tienen claras las prioridades), o por enfermedad. Algunos más, porque se han desanimado, y hay quienes, cabe decirlo con mucho dolor, por causa del pecado. No obstante, cualquiera que sea la razón, nuestro deber como cristianos es invitar a todos ellos a participar de la comunión mediante la consideración, el estímulo y la exhortación al amor y a las buenas obras, y motivarlos a participar de todos los cultos congregacionales que son verdaderas fiestas espirituales. Al mismo tiempo, debemos insistir en que la santidad va más allá de las paredes del templo, trascendiendo el tiempo y manifestándose en todo momento y lugar.
Referencias
1 Diccionario Bíblico Caribe
2 Ibid.
3 Ibid.
4 Willam Barclay, Comentario al Nuevo Testamento –Tomo 13- Carta a los Hebreos.
5 Joshua Harris. “Deje de coquetear con la Iglesia”. Editorial Unilit. 2006
6 Willam Barclay, Comentario al Nuevo Testamento –Tomo 13- Carta a los Hebreos.