Mi hijo, ¿cómo lo atraigo a Cristo?

He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta (Salmo 127:3-5)

Los hijos le pertenecen a Dios, por su gracia infinita nos los ha entregado como una bendición en nuestra vida, para cuidarlos, valorarlos, estimarlos y formar de ellos cristianos que busquen y honren a Dios, pero también para que honren a los padres y para que se cumpla el salmo en donde ellos representarán nuestra fuerza y nos infundirán la valentía necesaria para luchar por ellos.

También debemos considerar lo que nos enseña la parábola de los talentos de Mateo 25, cuando regresó el amo del viaje le pidió cuentas a cada siervo por el talento que les había entregado, sin embargo, hubo uno de ellos que no se tomó el tiempo, ni se esforzó por multiplicarlo; por lo cual recibió un fuerte castigo. Nuestros hijos son como aquellos talentos que Dios nos ha dado de acuerdo a nuestra capacidad, con todas sus variedades, porque ningún hijo es igual a otro, juntamente con ello, nos dio una gran responsabilidad: moldear sus vidas, sus corazones, sus mentes, sus sentimientos para forjar ciudadanos que han de ser miembros responsables de la comunidad de la que serán parte y futuros ciudadanos del Reino. Es nuestro deber enseñarles los mandamientos de Dios e inculcarles los principios éticos, morales y cristianos que deberán regir sus vidas. 

[…] todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre […] (Filipenses 4:8).

Preparándolos para el reino

En la Palabra de Dios encontramos varios de consejos y ejemplos que a los padres nos servirán para cumplir con la responsabilidad depositada en nosotros.

• Instrucción diaria. Es indispensable que apartemos cada día un tiempo para Dios en compañía de la familia, busquemos cualquier ocasión o momento, para hablarles de la palabra. Y amarás a Jehová tu Dios de todo corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes (Deuteronomio 6:5-7). 

Actualmente muchos padres se esfuerzan en que sus hijos sean exitosos académicamente, deportiva o económicamente y es bueno enseñarles a aspirar las mejores cosas y a trabajar para alcanzar logros y éxitos. Pero se han olvidado de algo mucho más importante, enseñarles que busquen primeramente el reino de Dios porque las demás cosas serán añadidas, que se deleiten en Jehová y el concederá las peticiones de su corazón.

• Trato amable. Padres, no hagan enojar a sus hijos con la forma en que los tratan […] (Efesios 6:4a, NTV). No debemos arrastrar a los hijos a situaciones en los que ardan de enojo y se llenen de cólera, es decir, no tratarlos con mandamientos humillantes, culpándolos sin razón, siendo padres volubles o con temperamento inconstante y explosivo, no teniendo favoritismo entre ellos (Jacob prefirió a José); no comparándolos entre ellos, no exigir cosas irrazonables o imposibles, no desanimarlos, no maltratarlos verbal o físicamente, burlarse de ellos o ponerles apodos.

• Criarlos en disciplina. Criar viene del griego ektréfo: criar hacia la madurez, acariciar o entrenar. Es nuestro deber entrenarlos en el camino del Señor con sabiduría y amor. La instrucción principal del niño tiene que ser en el hogar, ahí se educa y en la escuela se instruye en el conocimiento, en el hogar se asimilan valores, virtudes, se imitan comportamientos, se viven experiencias y todo ello debe servir para educarlos, […] más bien, críenlos con la disciplina e instrucción que proviene del Señor (Efesios 6:4b). 

• La disciplina. También el hijo debe ser disciplinado y corregido. Disciplina no es regaño, castigo o golpes, es el conjunto de reglas de comportamiento cuyo cumplimiento de manera constante conducen a cierto resultado. La palabra disciplina deriva del latín discípulus, que significa discípulo, quien recibe una enseñanza de otro. Si el hijo no cumple con las normas o reglas establecidas, como consecuencia debe existir una corrección. El que detiene el castigo, a su hijo aborrece. Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige (Proverbios 13:24). Con disciplina, con normas.

Estoy seguro que a nadie nos enseñaron a ser padres, ni existe una universidad para estudiar la carrera de padres, por lo cual en la reprensión o corrección podemos equivocarnos, si fuera el caso, debemos ser humildes ante nuestros hijos y si hay necesidad de ofrecer una disculpa lo debemos hacer. Debemos ser justos, si la disciplina o corrección lo hacemos en el Señor significa hacerlo bajo los consejos de su palabra y sobre todo con amor. El centro mismo de la disciplina cristiana es el siguiente: conducir el corazón del niño al corazón de su Salvador.

• Límites. Los hijos necesitan que los padres les pongan límites independientemente de la edad que tengan, de lo contrario no sabrán distinguir lo que está bien de lo que está mal. Al poner límites les protegemos de muchos riesgos de la vida actual, como las adicciones o los comportamientos delictivos, puesto que les enseñamos a cumplir unas normas, un orden y respeto, siempre desde el afecto y la congruencia. Como padres, debemos cuidar de no tener un estilo educativo que nos ubique en extremos, tener una disciplina exagerada y casi represora o donde todo es permitido y donde los padres pasamos a ser colegas de los hijos. Esos dos extremos nos llevarían a perder autoridad ante los hijos.

Los niños no tienen la misma conciencia que los adultos al actuar, por ello es una labor de los padres establecer una serie de pautas que los hijos deben conocer para saber cuándo están actuando bien o mal.

Es importante no demorar al establecer límites ya que podríamos obtener resultados de forma más lenta o costosa. Poner límites a los hijos es importante, no solo porque la convivencia será más armónica sino también porque los hijos son los primeros beneficiados de que se les marquen normas; que además de infundirles seguridad les van a permitir adaptarse mejor en su vida social y adulta.

• El deber de los padres. Aquí conviene reflexionar que lo que más influye en nuestros hijos no es lo que les decimos, sino el ejemplo que les damos. Por eso la educación representa no solo revisar nuestras conductas para con ellos, sino nuestra forma de ser o conducirnos como personas o matrimonio ante los demás. Nuestro hogar necesita un buen clima familiar. Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová (Salmo 128:1, 3-4). Cuando la pareja se conduce de acuerdo a la voluntad del Señor mostrando un amor mutuo, un amor hacia Dios y al prójimo, poniendo la vida al servicio de los necesitados, al servicio de su iglesia, dando buen ejemplo a sus hijos, no solo su vida matrimonial será fructífera, sino también la vida de sus hijos. El significado de los hijos como plantas de olivo va de acuerdo al valor de la planta, que se considera el rey de los árboles, y su aceite como emblema de soberanía, que representa al hombre justo y recto, un símbolo de abundancia; sus hojas son señal de paz y amistad. Cuando los hijos representen lo descrito en este salmo significará que los estamos preparando para ser ciudadanos del reino de Dios.

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